Hojas de dedalera de Victoria Álvarez
Descendió los últimos escalones de un salto, sin hacer más ruido que un gato, y ya estaba a punto de acercarse al mausoleo, cuando lo vio. Y comprendió que las novelas que Heather leía por las noches no mentían: el tiempo se detuvo de repente para que Annabel Lovelace pudiera atesorar aquel recuerdo en su memoria para siempre, el momento en que sus pupilas de niña se encontraron con la imagen que perseguiría durante el resto de su vida.
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