Correspondencia de Victoria Ocampo
La primavera es la estación de las bruscas sorpresas. El árbol que parecía pura madera oscura la víspera, amanece verde y tierno ante nuestros ojos atónitos. Pero el otoño es lento. Las hojas ponen bastante tiempo en amarillear y caen con desgano de la rama. El otoño es un andante. Uno ya no tiene prisa, aunque sabe que no tiene tiempo para decir: “Tengo tiempo”. En esa estación se puede por fin mirar lo que nos rodea por fuera y por dentro: “Examiner en soi les vérités profondes et regarder les fleurs qui sont sur le gazon."
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