Nuestra Señora de París de Victor Hugo
(…) porque… en fin… no es culpa suya cuando un hombre se enamora de una mujer. (…) ¿No hay esperanza ninguna? ¡Ni siquiera me miráis! ¿Es posible que podáis pensar en otra cosa mientras que yo aquí, de pie, os estoy hablando y temblando en los límites mismos de nuestra eternidad?
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