A fuerza de palabras de Vicente Leñero
Me reí de ellas mientras lloraba con los puños cerrados de dolor y de rabia. Después nada más dolor. De ese dolor que ya no tiene odio; dolor de niño, de adolescente, de joven y de hombre que sigue siendo niño porque nunca recibió el cariño de su madre bienaventurada por toda la eternidad.
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