El décimo círculo de Verónica Cervilla
El movimiento del papel lanzó una fragancia al aire. Podría haberse erigido en sumiller de libros, si tal profesión hubiese existido. Había tantos matices en su olor que era capaz de adivinar su edad, el material de las tapas e incluso algún género. Las novelas de terror y misterio olían a ácido, las románticas a frutas y las de fantasía a flores silvestres.
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