Testamento de juventud de Vera Brittain
Cuando rememoro la guerra, nunca es verano, sino invierno; siempre frío, oscuridad e incomodidades, y la calidez intermitente del entusiasmo que nos exaltaba aun viviendo en esas condiciones. Su símbolo permanente, para mí, es una vela clavada en el gollete de una botella, la llama diminuta parpadeando con una corriente glacial, y creando, pese a todo, la ilusión en miniatura de una luz contra una negrura opaca e infinita.
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