Los ingrávidos de Valeria Luiselli
No tanto el tedio (eso hubiera sido seguir veinte años a su lado y terminar durmiendo en otra cama). No tanto el desprecio (el tamaño insuficiente de sus manos, la temperatura inofensiva de su cuerpo dormido, el sabor de su sexo). Sino el odio. Romper al otro, quebrarlo emocionalmente una y otra vez. Dejarse romper. Escribir esto es vulgar. Pero la realidad lo es aún más.
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