Desierto sonoro de Valeria Luiselli
La infelicidad crece lentamente. Merodea en tu interior, en silencio, de manera subrepticia. La alimentas, le das de comer pedazos de ti misma todos los días -es el perro encerrado en el patio trasero que te arrancaría la mano de una mordida si le dieras la oportunidad-. La infelicidad se toma su tiempo, pero tarde o temprano se apodera de ti por completo.
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