Lavinia de Ursula K. Le Guin
“Yo estaba predestinada, al parecer, a vivir entre gente que sufría más allá de toda medida, gente enloquecida por el pesar. Y a pesar de sufrir yo misma, estaba condenada a la cordura. Esto no era obra del poeta. Sabía que no me había dado otra cosa que recatados rubores y escaso carácter. Sé que dijo que deliré y me tiré de los mechones dorados al morir mi madre. Simplemente, no me prestaba atención. Estuve en silencio, sin lágrimas, concentrada solo en adecentar su pobre y mancillado cuerpo. Y mi pelo siempre había sido oscuro. A decir verdad, no me dio más que un nombre, que he tenido que llenar yo misma. Mas, sin él, ¿habría tenido siquiera nombre? Nunca lo he culpado. Ni siquiera un poeta puede hacerlo todo bien.”
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