Los límites de la interpretación de Umberto Eco
No es la obra lo que cuenta, sino la libertad de las lecturas siguiendo los impulsos más profundos, el gozo de quien lee, el juego de la deriva continua. Posición legítima pero que anula todo discurso sobre el arte. Al prevalecer el polo de la legitimidad de los impulsos profundos, sea el que sea el objeto sobre el que éstos se ceben, ¿lo que cuenta es el juego de su satisfacción?
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