Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
(…) «La incertidumbre de una solterona –pensó–. Siempre está ahí, subrayando todo lo que hacemos».
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
(…) «La incertidumbre de una solterona –pensó–. Siempre está ahí, subrayando todo lo que hacemos».
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
(…) no era sencillo encontrar marido, porque había dos millones menos de hombres que de mujeres. Violet había leído muchos artículos en los periódicos sobre estas «mujeres sobrantes» –esa era la etiqueta que les habían puesto–, que se quedaban solteras debido a la guerra y que difícilmente se casarían, algo que se consideraba una tragedia, una amenaza, en una sociedad preparada para el matrimonio. Los periodistas parecían disfrutar de la etiqueta, que colgaban como quien clava un broche con un alfiler en la piel. Molestaba, sin duda; pero, en ocasiones, el alfiler penetraba en las capas protectoras y hacía que sangrara. Ella había supuesto que a medida que envejeciera dolería menos y se sorprendía al descubrir que incluso con treinta y ocho años –de mediana edad– las etiquetas seguían doliendo. Sin embargo, la habían llamado cosas peores: marimacho, arpía, odia-hombres.
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Tracy Chevalier
Había tantas personas que escondían historias: un marido que se había ido, un bebé sorpresa al que se hacía pasar por hermano o hermana, una pasión equivocada, una mujer perdida. (...) Cómo navegar por la vida cargando con ese equipaje sin que te vuelvas una persona triste, amargada o sentenciosa, ese era el reto.
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Tracy Chevalier
Pero a las mujeres nos han preparado para eso: para darnos a los demás, para hacerles la vida fácil, sin importar lo que nosotras sintamos. Ser siempre tan generosa puede convertirse en una tarea agotadora e ingrata.
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
Era lo más cerca que Violet estaría nunca de presumir de un hijo propio, y la situación la hizo sentirse bien, aunque también le pareció patética.
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
Todos necesitamos hacer cosas que nos permitan distanciarnos de nosotros mismos
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
—No es fácil ser mujer y estar sola —le explico Violet—. Nadie lo espera, aunque somos muchas. Somos las «mujeres sobrantes». No debería resultar sorprendente ver a una mujer pasear por el campo o tomarse un té en un pub.
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
Tal vez sea difícil de entender si no se tienen hijos. La necesidad biológica del padre es proteger al hijo y, cuando eso es imposible, se percibe como un fracaso, sean cuáles sean las circunstancias. Es complicado tener que vivir con ello el resto de tu vida.
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
¿Sabe, señorita Speedwell?, coser puede ser muy terapéutico cuando se ha sufrido un trauma. Los colores vivos y la repetición de simples puntadas tenían un efecto calmante en los hombres. El hecho de crear una cosa hermosa hacía maravillas con sus nervios. Me quedé muy satisfecha con los resultados.
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
La vida se reducía entonces a una hilera de puntadas azules que formaban una larga trenza que recorría la tela de cáñamo o un estallido rojo que se convertía en una flor.
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
La sombra de duda que le recorrió el rostro hizo sospechar a Violet que no era así, y lo sintió por ella. «La incertidumbre de una solterona —pensó—. Siempre está ahí, subrayando todo lo que hacemos».
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Las mujeres de Winchester de Tracy Chevalier
Cada perdida hundió a Violet en un pozo oscuro, un vacío que se abrió en su interior y ante el cual se sintió indefensa, sumida en la desesperación. Su hermano se había ido, su prometido se había ido, Dios se había ido. El agujero tardó mucho tiempo en cerrarse, si es que llego a cerrarse realmente.
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La joven de la perla de Tracy Chevalier
-Nunca había pensado que podría aprender algo de una criada -dijo por fin.
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La joven de la perla de Tracy Chevalier
Al volverme para irme, percibí la mirada que se cruzaron padre e hijo. Ya entonces supe lo que significaba y lo que significaría en mi vida.
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La voz de los árboles de Tracy Chevalier
James Goodenough era un hombre sensato, pero las manzanas eran su debilidad; desde la infancia, cuando su madre le daba unas manzanas muy dulces en ocasiones especiales. Los dulces eran poco habituales, porque el azúcar era caro, pero el sabor dulce de una tarta de manzana salía casi gratis, porque una vez plantados, los manzanos daban poco trabajo. Se estremeció al recordar los primeros años en el Pantano Negro sin manzanas. Tuvo que pasarse sin ellas tres años para comprender lo importantes que habían sido en su vida y darse cuenta que le apetecían más que el whisky, el tabaco, el café o el sexo.
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La guerra del fin...