La Lectora de Traci Chee
Pero los libros son objetos curiosos. Tienen el poder de atrapar, transportar e incluso transformar a quien los lee, si corre con suerte.
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La Lectora de Traci Chee
Pero los libros son objetos curiosos. Tienen el poder de atrapar, transportar e incluso transformar a quien los lee, si corre con suerte.
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La oradora de Traci Chee
Pero no quería ser ese muchacho que sentía ese deseo. Quería ser el hombre que merecía estar junto a la chica que tenía a su lado.
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La Lectora de Traci Chee
Pero los libros son objetos curiosos. Tienen el poder de atrapar, transportar e incluso transformar a quien los lee, si corre con suerte. Pero en el fondo, los libros, hasta los mágicos, no son más que objetos fabricados con papel, pegamento e hilo. Ésa era la verdad fundamental que los lectores olvidaban: lo vulnerable que es un libro a fin de cuentas. Al fuego. A la humedad. Al paso del tiempo. Y al robo. |
La oradora de Traci Chee
-Creía que me habían traicionado lo suficiente. ¿También tenías que traicionarme tú? -No pretendía… -Nadie nunca tiene la intención de hacerlo… pero todos lo hacen. |
La oradora de Traci Chee
Si no tuviera tanto miedo de amar a alguien. De permitir que se le acercaran, de lastimarlos de la manera en la que él había sido lastimado...
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La oradora de Traci Chee
... pero hay cosas que, una vez dañadas, no pueden volver a su estado original.
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La Lectora de Traci Chee
Entonces, lo miró. En la oscuridad de la noche, los ángulos de su rostro tenían un reborde de luz azulada, como si Archer fuera una nube de tormenta cargada de relámpagos.
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La Lectora de Traci Chee
- Tu casa, tu hogar, es donde tú decidas -Nin se encogió de hombros-. Puede ser un barco, o simplemente las cosas que cargas en tu espalda, contigo, día tras día. O puede ser tu familia. O quizá sólo es una persona a quien ames más que a nadie en el mundo. Ése es tu hogar.
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La Lectora de Traci Chee
A veces uno encuentra cosas que quisiera no haber encontrado - dijo en voz baja -. A veces uno querría que hubieran sido perdidas.
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La Lectora de Traci Chee
Un día, las olas lo arrastraron del barco y lo dejaron caer en el azul del mar. Mientras su piel se tornaba agua, y peces su pelo, me preguntó si yo también lo amaba. Demasiado tarde, entre el viento y el agua, le grité: Te he amado siempre, y siempre te amaré. Te he amado siempre, y siempre te amaré. |
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La Lectora de Traci Chee
Ese momento estaba contenido también en el libro. Durante un momento vaciló, asustada de pensar que al abrirlo estaría allí, allí mismo, mirándose mientras leía el libro. Podía verse, una y otra vez, como el reflejo en dos espejos enfrentados, un corredor sin fin: Leyendo que ella leía el libro. Leyendo que ella se leía leyendo el libro. Leyendo que ella se leía leyéndose a ella en el libro. |
La Lectora de Traci Chee
Érase una vez una ballena inmensa, tan grande como un reino insular, y tan negra como la misma noche. Cada día, la ballena nadaba a través de los mares y se elevaba al atardecer con un enorme salto hacia el cielo llevando miles de gotas de agua prendidas a su piel. Durante toda la noche nadaba a través del firmamento y, cuando llegaba el amanecer, la ballena se lanzaba al mar de nuevo para repetir el ciclo: en el agua durante el día, en el cielo durante la noche.
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La Lectora de Traci Chee
Grises dedos de luz de luna se colaban entre las nubes, iluminando riscos azules y negros árboles salpicados de nieve. Tomó aire y parpadeó, para permitir que el Mundo Iluminado inundara lo que tenía a la vista.
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La Lectora de Traci Chee
El sol que se colaba entre las nubes le parecía demasiado deslumbrante, la brisa que soplaba desde el mar, demasiado fría, y el olor del pescado demasiado penetrante para su delicado sentido del olfato.
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La Lectora de Traci Chee
Era el mar de la historia, lleno de remolinos y mareas, y podía arrancar a cualquiera y arrastrarlo en las estelas de la memoria.
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La Lectora de Traci Chee
¡Qué sonido el del agua rugiendo a su alrededor! La llamada sin palabras del mar.
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La Lectora de Traci Chee
La gente se pasaba historias de boca en boca cual besos, o pestes, hasta que fluían por las calles y rodaban hacia las alcantarillas, o a los arroyos y ríos, hasta el mismo mar.
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Gregorio Samsa es un ...