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Damas asesinas de Tori Telfer
Si fuera usted una mujer que quisiera asesinar a su marido, nada mejor que hallarse en Chicago en la década de 1920. Lo único que tendría que hacer sería pegarle un tiro a ese puto cabrón en el cogote y luego presentarse ante el tribunal, bien perfumada y mordiéndose el labio en señal de arrepentimiento. Sus abogados quizá le pidieran que se ondulara el pelo, al más puro estilo de las preciosas asesinas que habían salido libres antes que usted, como Belva Gaertner, la Elegante, y Beulah Annan, la Guapa: las mujeres que inspiraron la obra de teatro Chicago. El jurado, compuesto por hombres en su totalidad, contemplaría con miradas aprobadoras sus tobillos enfundados en medias de seda cuando cruzara las piernas, temblando visiblemente. Venga, vamos, deje correr una lagrimita por esa naricita suya tan perfecta. Saldrá libre, pero solo si es usted muy pero que muy guapa. Tillie Klimek no lo era. |