Ni aquí ni allí de Tommy Orange
Desde la punta norte de Canadá, la punta de Alaska, hasta el extremo más meridional de Sudamérica, a los indios nos quitaron de en medio y luego nos redujeron a una imagen con plumas. Nuestras cabezas están en banderas, sudaderas y monedas. Estuvimos primero en los peniques -cómo no, el céntimo indio- y luego en el níquel del búfalo, ambos antes incluso de que nos reconocieran el derecho a votar como pueblo. Ahora, como la propia verdad de todo lo ocurrido en la Historia mundial, y toda la sangre derramada en matanzas, están fuera de circulación.
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