Dime una adivinanza de Tillie Olsen
Esa época de la maternidad ha quedado ya casi atrás, esa época en que no tenemos oído propio porque debemos estar siempre pendientes, carcomidas por el llanto y la llamada de los hijos.
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Dime una adivinanza de Tillie Olsen
Esa época de la maternidad ha quedado ya casi atrás, esa época en que no tenemos oído propio porque debemos estar siempre pendientes, carcomidas por el llanto y la llamada de los hijos.
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Silencios de Tillie Olsen
Si no mantienes y maduras tus fuerzas, y sobre todo, si no dispones de tiempo y paz para perfeccionar tu trabajo, tus escritos no serán mucho mejores de lo que eran hace cinco años […]. La fuerza, en ese caso, será mera vulgaridad, y el conocimiento, mera observación. Podrás escribir sobre la vida, pero nunca capturar su esencia.
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Silencios de Tillie Olsen
Cuesta mucho convertirse en escritora. Están las querencias personales —mucho más comunes de lo que solemos admitir—, las circunstancias, el tiempo, el desarrollo del oficio, y más allá de todo eso, la convicción de que tenemos algo importante que decir, y tenemos derecho a decirlo. Está la voluntad, el almacén infinito de creencias sobre lo que podemos alcanzar, a lo que podemos aferrarnos para forjar una comprensión propia de la vida. Todo ello resulta difícil para cualquier hombre no nacido en un medio —léase clase social— capaz de brindarle toda esa confianza, y casi imposible para una chica, una mujer.
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Dime una adivinanza de Tillie Olsen
Se había refugiado en los nietos, que habían tenido infancias de niños sin pasar hambre; no habían vivido devastados por la enfermedad, sino en casas cálidas con muchas habitaciones; habían ido a la escuela todo lo que habían querido; podían caminar por las calles que desearan y sacaban una cabeza a sus abuelos —además de tener la piel suave, la espalda recta y la mirada franca y clara.
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Dime una adivinanza de Tillie Olsen
Le di el pecho. Es algo que, hoy en día, parece importante. Di el pecho a todos mis hijos, pero a ella, con toda esa rigidez feroz de la primera maternidad, se lo di tal y como decían los libros. Aunque sus gritos me golpearan hasta provocarme temblores y me dolieran los pechos, desbordados, esperaba hasta que lo decretara el reloj.
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Dime una adivinanza de Tillie Olsen
Ahora no tenían niños. Que se rompiera él la cabeza pensando en cómo podían vivir. Ella no iba a cambiar su soledad por nada del mundo. Nunca más se vería obligada a moverse al ritmo de los demás.
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La guerra del fin...