El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Si la muerte tuviera en cuenta la opinión de los demás, moriría mucha más gente adecuada.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Si la muerte tuviera en cuenta la opinión de los demás, moriría mucha más gente adecuada.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
“… una decisión estúpida es producto de otra decisión estúpida. Una chaqueta fea y barata atrae más ropa fea y barata. Un sopapo perdonado acarreará un puñetazo y una mentira admitida se transformará en un cementerio de verdades.”
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Si la muerte tuviera en cuenta la opinión de los demás, moriría mucha más gente adecuada.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
“Sé que, si intentara olvidar las letras que forman parte de su nombre, su olor y su color, mi vida parecería una chaqueta devorada por las polillas.”
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Detrás de la tercera colina salió el sol. Amarillo, redondo, inevitable, como la bombilla de un hospital orientada a los ojos. Nos detuvimos ambos en medio del sendero y lo miramos largo rato, como si fuera la primera vez, pensando rápidamente un deseo. Eso es lo que nos había enseñado la abuela a los tres: cuando vemos que sale la luna o el sol, hay que desear algo con toda tu alma porque se va a cumplir, se cumple sin falta. La abuela, ciega y sola como estaba, lo sabía todo sobre los deseos.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Lo mejor de ser un inválido rico es que nadie se enfada demasiado contigo. Si eres solo un inválido la cosa cambia.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
La imposibilidad de morir cuando tenía la necesidad absoluta de hacerlo fue la injusticia más grande que se ha cometido conmigo, y conmigo se han cometido muchas injusticias.
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El jardín de vidrio de Tatiana Tibuleac
Lo más importante de todo, sin embargo, era que yo hablara ruso. Tenía que aprender siete palabras cada día. Ni diez ni cinco, siete, y que las aprendiera bien.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Sentía por primera vez asombro, compasión, alborozo…, unos estados de los que no me sentía capaz y que no me habían servido jamás. Era como si me hubieran brotado, por fin, los ojos —los verdaderos, los crueles y desnudos, con las retinas hacia fuera—, que veían más allá de la piel y los huesos, con más intensidad que los colores y las formas, más allá del cielo y más profundamente que la tierra.
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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
¿Por qué no había empezado mi madre a morir antes?
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La edad de la inocencia