La montaña mágica de Thomas Mann
Libertad. Tal era la palabra de que se sirvió, no pronunciándola, sino formando interiormente las sílabas, pero la empleó en su sentido más amplio, tal como lo había aprendido a hacer aquí, en un sentido que no tenía nada en común con el que Settembrini daba a esa palabra. Y un vago espanto y emoción que ya le eran conocidos pasaron por su interior e hicieron estremecerse su pecho, hinchado por un suspiro.
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