La montaña mágica de Thomas Mann
El combate entre las potencias de la castidad y el amor termina aparentemente con la victoria de la castidad, del temor, de las conveniencias. La repugnancia pudibunda, un tembloroso deseo de pureza comprimen el amor, le ligan en las tinieblas, no dejan más que en parte penetrar esas reunificaciones confusas en la conciencia y manifestarse por medio de actos. Pero esa victoria de la castidad no es más que aparente, es una victoria a lo Pirro, pues la potencia del amor no se deja ligar, no se deja violentar, el amor oprimido no está muerto, vive, continúa tendiendo, en la profundidad de su secreto, hacia su realización, rompe el círculo mágico de la castidad y reaparece, aunque bajo una forma transformada y difícil de reconocer: bajo la forma de la enfermedad.
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