La montaña mágica de Thomas Mann
ESBOZO DE MI VIDA. No he evocado aquí ni las experiencias que contribuyeron a formarme en mi infancia y en mi primera juventud, ni la impresión imborrable que me causaron los cuentos de Andersen, ni aquellas tardes en que escuchábamos cómo nuestra madre nos leía Stromtid, de Reuter, o nos cantaba canciones al piano, ni el culto que profesaba a Heine por la época en que escribí mis primeros poemas, ni las horas apacibles y llenas de entusiasmo que, después de salir de la escuela, pasaba leyendo a Schiller, junto a un plato lleno de rebanadas de pan untadas con mantequilla, mas no quiero pasar del todo por alto ciertas experiencias grandes y decisivas, debidas a lecturas que realicé por los años a que hemos llegado ya en este relato: me refiero a la exeriencia de Nietzsche y a la de Schopenhauer. |