Jude el oscuro de Thomas Hardy
Pero no estoy dispuesto a admitir que mi fracaso signifique que estaba equivocado, de la misma manera que mi éxito tampoco habría probado que tenía razón, aunque así es como se valoran hoy en día los esfuerzos; o sea, no por su bondad esencial, sino por sus resultados accidentales. [...] »Pero ha sido mi pobreza y no mi voluntad la que me ha obligado a darme por vencido. Hacen falta dos o tres generaciones para llevar a cabo lo que he querido hacer yo en una; y mis impulsos, mis afectos, o casi debería llamarlos vicios, eran demasiado imperiosos para no obstaculizar a un hombre sin recursos atándole de pies y manos. Se necesitaría tener la sangre fría de un pez y el egoísmo de un cerdo para tener realmente la suerte de llegar a ser una de las personalidades del país.
|