Lo pasado no es un sueño de Theodor Kallifatides
En la casa fresca de Lukís vi por primera vez libros de Marx. No puedo decir que los hubiera leído, pero hojeé uno o dos y una frase no me daba sosiego. No bastaba con entender el mundo, debíamos cambiarlo. ¿Cuán ambicioso hay que ser para escribir una cosa así? Por otro lado, ¿por qué no? ¿Qué sentido tiene que escribas si no quieres cambiar el mundo? Algunos de los libros que leía, era eso precisamente lo que hacían. Después de Dostoievski, el mundo no era el mismo. Ni yo era el mismo. De repente otro sol, más fuerte, brillaba en el cielo. ¿Me había influido? En todo. A tal punto que esperaba encontrar a la Sonia de Crimen y castigo en algún burdel, para salvarla. Dostoievski cavó una nueva zanja en mi alma, y no únicamente en la mía.
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