Descubrí esta novela juvenil de la manera más inverosímil: a través del libro de lengua y literatura de 3 de la ESO. Había un fragmento y me picó tanto la curiosidad que lo busqué en la biblioteca y me lo leí. Así, a mis tiernos 14 años descubría yo lo que molaban los viajes en el tiempo, lo terrible que fueron las cruzadas infantiles (sí hijas, sí... existieron cruzadas integradas únicamente por niños y niñas) y que las portadas feas pueden esconder grandes historias. Porque la historia atrapa. Aunque no te mole la historia, te metes y te implicas. Y sufres con casa niño que cae (para no levantarse jamás) por el camino a tierra santa. Y sonríes con cada logro. Es un libro perfecto para salir de un bloqueo lector o para un/a adolescente al que queremos atrapar. E incluso para aquellos que quieran iniciarse en la novela histórica. |