Libérame de Tahereh Mafi
Y me sonríe hasta que solo sonríe para sí mismo, hasta que baja la mirada hasta mi mano, la que tengo sobre el regazo, y duda un momento antes de que sus dedos rocen la piel suave y delgada que cubre mis nudillos. No respiro. No hablo. Ni siquiera me muevo. Titubea como si esperara que retirase la mano y debo hacerlo, sé que debo pero no lo hago. Así que me toma la mano. La observa. Pasa sus dedos por las líneas de la palma, por las arrugas de las articulaciones, por el punto sensible entre el pulgar y el índice y su tacto es tierno, delicado y gentil y se siente tan bien que duele, en verdad duele. Y es demasiado para mi corazón. |