La escala de T L Swan
—Entonces hablaste… y lo arruinaste todo. ¿Qué? Me echo a reír. —¿Cómo que lo arruiné todo? ¿Cómo? —Eres mandona y tienes un punto sarcástico. —¿Y qué hay de malo en eso? —tartamudeo, indignada. —Que yo también soy mandón y sarcástico —dice, y se encoge de hombros. —¿Y? —Pues que no quiero salir conmigo mismo. Me gustan las chicas dulces y recatadas, las que hacen lo que yo digo. —Bah. —Pongo los ojos en blanco—. Las que limpian la casa y tienen sexo los sábados. —Exacto. Me río y choco mi copa con la suya. —No estás mal para ser un viejo aburrido con zapatos raros. |