Ariel de Sylvia Plath
Conozco el fondo, dice. Lo conozco con mi gran raíz primaria: es lo que temes. No lo temo: he estado ahí. ¿Es el mar lo que oyes en mí, sus insatisfacciones? ¿O la voz de nada, que era tu locura? |
Ariel de Sylvia Plath
Conozco el fondo, dice. Lo conozco con mi gran raíz primaria: es lo que temes. No lo temo: he estado ahí. ¿Es el mar lo que oyes en mí, sus insatisfacciones? ¿O la voz de nada, que era tu locura? |
Ariel de Sylvia Plath
Los tulipanes deberían estar entre rejas como fieras salvajes; se abren como las fauces de un felino africano y me vuelvo consciente de mi corazón: abre y cierra su búcaro de flores rojas de puro amor por mí. El agua que me ofrecen es cálida y salada, como el mar, y viene de un país lejano como la salud. |
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Ariel de Sylvia Plath
Me arrullé hasta cerrarme por dentro como una concha de mar. Tuvieron que llamarme y llamarme y quitarme los gusanos uno a uno como perlas pegajosas. Morir es un arte, como todo. Y yo lo hago excepcionalmente bien. Tan bien, que parece un infierno. Tan bien, que parece real. Supongo que cabría hablar de vocación. |
Ariel de Sylvia Plath
Mis huesos albergan una quietud, los campos lejanos me funden el corazón. Amenazan con dejarme pasar hasta un cielo sin estrellas ni padre, un agua oscura. |
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Soy vertical, pero preferiría ser horizontal de Sylvia Plath
Inquieta. Inquieta e inútil. También yo engendro cadáveres.
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Soy vertical, pero preferiría ser horizontal de Sylvia Plath
El sol se ha puesto. Muero. Doy a luz una muerte.
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Mary Ventura y el noveno reino de Sylvia Plath
«Pero ¿qué es el noveno reino?», le pregunta a una mujer de ojos azules y piel arrugada. «Es el reino de la negación, de la voluntad congelada -responde-. No hay retorno posible.»
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La campana de cristal de Sylvia Plath
- Neurótica, ¡ja!- solté una risa de desprecio-. Si es de neurótica querer a la vez dos cosas que se excluyen mutuamente, entonces soy una neurótica acabada. Iré volando sin parar entre cosas que se excluyan unas a otras el resto de mis días.
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Tres mujeres de Sylvia Plath
He intentado no pensar demasiado. He intentado ser natural. He intentado ser ciega en el amor, como las otras mujeres |
La campana de cristal de Sylvia Plath
Hasta entonces no había conocido a un hombre que odiara a las mujeres.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Así que empecé a pensar que tal vez fuera cierto que casarse y tener niños equivalía a someterse a un lavado de cerebro, y después una iba por ahí idiotizada como una esclava en un estado totalitario privado.
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La campana de cristal de Sylvia Plath
Le echaba el ojo a un hombre sin tacha, a distancia, pero tan pronto como se acercaba, inmediatamente veía que no serviría en absoluto. Esa es una de las razones por las que nunca quise casarme. Lo último que yo quería era seguridad infinita y ser el lugar desde el cual parte una flecha. Quería cambio y emoción y salir disparada en todas las direcciones yo misma, como las flechas de colores de un cohete un cuatro de julio. |
La caja de los deseos de Sylvia Plath
Ese es el miedo latente, un síntoma: de repente es todo o nada: o rompes la cáscara de la superficie, y entras al vacío que silba, o no. Quiero volver al camino intermedio más normal en el que mi ser permea la sustancia del mundo: comer comida, leer, escribir, hablar, ir de compras: para que todo esté bien en sí mismo, y no sea sólo una actividad frenética que esconda el miedo que debe enfrentarse a sí mismo, y batirse en duelo a muerte consigo mismo, diciendo: ¡Pasa Una Vida!
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
La imagen de identidad que cada día debemos luchar por grabar en el mundo neutro u hostil se derrumba hacia dentro; nos sentimos aplastados. [...] Debemos de estar en bajamar cuando hemos entrado tanto en el negro: que todos los demás, tan sólo porque son «otros», son invulnerables. Es mentira. |
La caja de los deseos de Sylvia Plath
¿Mañana qué? Siempre remendando máscaras, pidiendo perdón por haber leído apenas la mitad de lo que me proponía. ¡Pero pasa una vida! Anhelo traspasar la materia de este mundo: pasar a estar anclada en la vida mediante la colada y las lilas, el pan de cada día y los huevos fritos, y un hombre, el desconocido de ojos oscuros, que coma mi comida y mi cuerpo y mi amor, y dé la vuelta al mundo todo el día, y vuelva por la noche para encontrar consuelo en mí. ¿Quién me dará un niño, que hará que vuelva a ser miembro de la raza que me tira bolas de nieve, quizá percibiendo la podredumbre a la que atacan? |
La caja de los deseos de Sylvia Plath
Hablo conmigo misma, y miro los árboles oscuros, benditamente neutros. Mucho más fácil que afrontar a la gente, que tener que parecer feliz, invulnerable, lista. Sin máscaras ando, hablando a la luna, a la fuerza neutra impersonal que no oye, que tan sólo acepta mi ser. Y no me fulmina.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
Necesito un padre. Necesito una madre. Necesito un ser mayor, más sabio, a quien llorarle. Hablo a Dios, pero el cielo esta vacío, y Orión pasa de largo, y no habla. Me siento como Lázaro: cuánta fascinación tiene esa historia. Estando muerta, volví a levantarme, e incluso recurro al mero valor sensacional de estar suicida, de quedarme tan cerca, de salir de la tumba con las cicatrices y la marca dañina en la mejilla, [...]. Y me identifico demasiado con lo que leo, con lo que escribo.
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La caja de los deseos de Sylvia Plath
Fuera, nada dolía lo suficiente para igualar la marca de dentro, un círculo de marcas de dientes siamés, apropiado emblema de la pérdida. Viví: aquella vez. Y debo llevar la carga de mis egos muertos hasta que vuelva a vivir.
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?