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Svetlana Aleksiévich
Porque uno no puede vivir todo el tiempo con el miedo en el cuerpo; el hombre no puede; pasa cierto tiempo y empieza a hacer una vida normal y corriente. Normal... Y corriente
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Svetlana Aleksiévich
Porque uno no puede vivir todo el tiempo con el miedo en el cuerpo; el hombre no puede; pasa cierto tiempo y empieza a hacer una vida normal y corriente. Normal... Y corriente
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Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksiévich
Entonces, ¿para qué recuerda la gente? ¿Para restablecer la verdad? ¿La justicia? ¿Para liberarse y olvidar? ¿Porque comprenden que han participado en un acontecimiento grandioso? ¿O porque buscan en el pasado alguna protección? [...] los recuerdos son algo frágil, efímero; no se trata de conocimientos precisos, sino de conjeturas sobre uno mismo. No son aun conocimientos, son solo sentimientos. Lo que siento.
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
Me dan pena los que leerán este libro, y los que no lo leeran también.
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
El autocontrol. La corrección era constante. Se podía rastrear perfectamente la relación causa-efecto: cuantos más oyentes había, más estéril, más imposible era la narración. Mesuraban cada palabra, ajustándola al "como es debido·". Lo horrible se volvía sublime; y lo oscuro e incomprensible del ser humano, explicable. De pronto, me encontraba en el desierto del pasado, donde solo había monumentos. Los actos heroicos. Orgullosos e impenetrables.
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
Se tardará cientos de años en digerir lo que ocurrió. ¿Qué clase de gente era aquella? ¿De dónde venía? Imagínese: una embarazada caminando con una mina atada al cuerpo... Estaba encinta... Amaba, quería vivir. Claro que tenía miedo. Y sin embargo, iba por ahí con esa mina... No lo hizo por Stalin, sino por sus hijos. Por su futuro. Se negaba a vivir de rodillas. Someterse al enemigo... Tal vez éramos unos ciegos, no lo niego, no sabíamos, no comprendíamos muchas cosas, pero éramos ciegos y puros a la vez. Éramos dos universos unidos, dos realidades unidas. Debe entenderlo.
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
Lo que estoy recopilando lo definiría como "el saber del espíritu". Sigo las pistas de la existencia del alma, hago anotaciones del alma... El camino del alma para mí es mucho más importante que el suceso como tal, eso no es tan importante. El "cómo fue" no está en primer lugar, lo que me inquieta y me espanta es otra cosa: ¿qué le ocurrió allí al ser humano? ¿Qué ha visto y qué ha comprendido?
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
Atenta, escucho el dolor... El dolor como prueba de la vida pasada. No existen otras pruebas, desconfío de las demás pruebas. Son demasiados los casos en que las palabras nos alejaron de la verdad. Reflexiono sobre el sufrimiento, que es el grado superior de información, el que está en conexión directa con el misterio. El misterio de la vida. La literatura rusa en su totalidad habla de esto. Se ha escrito más sobre el sufrimiento que sobre el amor.
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
Somos gente de concilio. Lo compartimos todo: la felicidad, las lágrimas. Sabemos sufrir y contar nuestros sufrimientos. El sufrimiento justifica nuestra vida, dura y torpe. Para nosotros, el dolor es un arte.
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
¿Seré capaz de encontrar las palabras adecuadas? Puedo contar cómo disparaba. Pero explicar cómo lloraba, nunca, ni hablar. Eso quedará mudo para siempre. Lo unico que sé es que en la guerra las personas se vuelven espantosas e inconcebibles. ¿Cómo vas a entenderlas? Usted es escritora. Invéntese algo. Algo bonito. Sin parásitos ni suciedad, sin vómitos... Sin olor a vodka y a sangre.. Algo no tan terrible como la vida... |
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La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
Recordar asusta, pero no recordar es aún más terrible.
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Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksiévich
Hasta hoy tengo delante de mis ojos la imagen: un fulgor de un color frambuesa brillante; el reactor parecía iluminarse desde dentro. Una luz extraordinaria. No era un incendio como los demás, sino como una luz fulgurante. Era hermoso. Si olvidamos el resto, era muy hermoso. No había visto nada parecido en el cine, ni comparable. Al anochecer, la gente se asomaba en masa a los balcones. Y los que no tenían, se iban a casa de los amigos y conocidos.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Una guerra nunca hace mejor a un hombre. Solo lo hace peor. De eso no cabe duda. Nunca podré regresar al día en que me fui a la guerra. Ya nunca seré el hombre que era antes de la guerra. Cómo puedo ser una persona mejor si he visto…
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Sí, deben juzgarnos por lo que cometimos, pero junto con los que nos enviaron allí, que en nombre de la patria y acorde al juramento militar nos obligaron a hacer un trabajo por el cual en 1945 el mundo entero condenó a los nazis.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
¿Cree que nosotros somos crueles? ¿Se dan cuenta de lo crueles que son ustedes? No nos preguntan nada, no nos escuchan. Pero escriben de nosotros... No mencione mi nombre. Considere que ya no existo. |
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Incluso ahora sueño con volver a ver, aunque sea un solo instante, aquel trozo de tierra... El desierto bíblico... A todos nosotros nos atrae irremediablemente... Es la misma sensación que se tiene cuando estás al borde un abismo, o cuando estás en un lugar muy alto y debajo hay agua. Te atrae tanto que da vértigo...
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Éramos soldados y cumplíamos órdenes. ¡Incumplir una orden en la guerra significa el fusilamiento! ¡Irás al tribunal militar! Claro que los generales no disparan nunca a las mujeres y los niños, pero son ellos los que dan las órdenes. ¡Y nos culpan a nosotros! ¡Los soldados son los culpables! Ahora nos machacan: cumplir una orden criminal es cometer el crimen. ¡Pues resulta que yo creía en los que daban las órdenes! ¡Confiaba en ellos! Desde que tengo memoria siempre me han enseñado a creer. ¡Solo a creer! Nadie me ha dicho nunca: reflexiona si debes creer o no, si debes disparar o no. Me inculcaban: ¡no dudes, ten fe! Así éramos cuando nos marchamos de aquí, pero no cuando regresamos.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Los sacaron de sus casas y les dieron armas. Les dijeron: "Tenéis una misión sagrada, la Patria no os olvidará". Y ahora les apartan las miradas, pretenden que esa guerra quede olvidada.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
¿Cómo hacerlo para vivir en la historia y escribir sobre ella al mismo tiempo? No se puede agarrar por el cuello un pedazo de vida, toda esa porquería existencial, y arrastrarlo a la fuerza hasta el libro.
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Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksiévich
La maestra nos dijo un día: "Dibujad la radiación". Yo pinté como cae una lluvia amarilla. Y corre un río rojo...
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Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksiévich
Yo tengo miedo. Tengo miedo de una cosa, de que en nuestra vida el miedo ocupe el lugar del amor.
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