La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
No me limito a apuntar. Recojo y sigo la pista del espíritu humano allí donde el sufrimiento transforma al hombre pequeño en un gran hombre. Donde el ser humano crece. Para mí, este ser ya no es el proletariado mudo de la Historia, que desaparece sin dejar huella. Veo su alma. Entonces ¿en qué consiste mi conflicto con el poder? Ya lo he descubierto: las grandes ideas necesitan hombres pequeños, no le interesan los grandes hombres. Un gran hombre es excesivo e incómodo. Es difícil de moldear. Yo en cambio busco al pequeño gran hombre. Ultrajado, pisoteado, humillado, aquel que dejó atrás los campos de Stalin y las traiciones, y salió ganador.
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