Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Éramos soldados y cumplíamos órdenes. ¡Incumplir una orden en la guerra significa el fusilamiento! ¡Irás al tribunal militar! Claro que los generales no disparan nunca a las mujeres y los niños, pero son ellos los que dan las órdenes. ¡Y nos culpan a nosotros! ¡Los soldados son los culpables! Ahora nos machacan: cumplir una orden criminal es cometer el crimen. ¡Pues resulta que yo creía en los que daban las órdenes! ¡Confiaba en ellos! Desde que tengo memoria siempre me han enseñado a creer. ¡Solo a creer! Nadie me ha dicho nunca: reflexiona si debes creer o no, si debes disparar o no. Me inculcaban: ¡no dudes, ten fe! Así éramos cuando nos marchamos de aquí, pero no cuando regresamos.
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