En llamas de Suzanne Collins
Por el rabillo del ojo veo que Peeta me ofrece la mano y lo miro, vacilante.- ¿Una última vez? ¿Para la audiencia? - me dice, no en tono enfadado, sino hueco, lo que es mucho peor.El chico del pan empieza a alejarse de mí.Lo cojo de la mano con fuerza, preparándome para las cámaras y temiendo el momento en que no me quede más remedio que dejarlo marchar.
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