Susana López

Los cubanos llevamos levamos la magia en las venas

Ser valiente no es no tener miedo:Al contrario, es estar aterrado y lograr superarlo

Ser valiente no es no tener miedo:Al contrario, es estar aterrado y lograr superarlo

Ser una dama significa quererse a una misma, respetarse y nunca dejar
que nadie ponga en duda tu valor

Ser una dama significa quererse a una misma, respetarse y nunca dejar que nadie ponga en duda tu valor

En el mapa de mi vida el océano parecía ser el lugar reservado para llorar a los muertos-

La niña me miró con ojos tristes y mi corazón tembló. Esos ojos parecían arenas movedizas: fáciles de caer e imposibles de salir de ellos.

Los negocios no pueden estar por encima de los afectos. Si no cuento con el respeto de mis seres queridos, mi vida no vale nada.

Si ser una mujer consiste en que usted me case con el primer imbécil de posibles que demuestre algún interés, como quien cruza a una pareja de gatos, prefiero no crecer nunca, gracias.

Mi madre me obligaba a asistir a sus soporíferas meriendas en lugar de dejarme jugar en el jardín. Me prohibió mancharme los vestidos y llevar el pelo enredado. Pero su empeño en convertirme en una señorita no pudo apagar las ascuas de mis genes aventureros. Mi padre tenía razón, era absurdo tratar de encerrar hormigas en una casa de muñecas

Sebas piensa que la vida no puede quedar reducida a tres sintagmas que conforman una frase. Detrás de las comas, entre cada palabra, agazapada tras las sílabas, se esconde la historia de Khalil, la cara oculta de una verdad que por silenciada se la imagina necesariamente dolorosa.

-También pienso -añadió Sebas mirando fijamente los ojos húmedos de Marian- que, si tengo ganas de emprender algo, es que empiezo a ganarle la batalla a la tristeza. ¿No crees?

Si se pudiera recomponer la vida como se recompuso aquella casa marchita... Pero no hay clavos,lija o pinceles que rehabilitan las heridas profundas de la vida. Ni siquiera el tiempo nos sana, a lo sumo nos aclimata para vivir entre escombros. También es verdad que, a veces, entre los cascotes, milagrosamente, nace una flor.

Marian le ofreció la mejilla y él se tuvo que inclinar para besarla. Le sonrió mirando a los ojos, y al hacerlo supo que la cita había merecido la pena.