Sangre dorada de Stephen Woodworth
Sin embargo, mientras dejaba el Acura de Arabella Madison a un par de manzanas del hotel, abandonado en un aparcamiento de un supermercado, Trent no podía dejar de pensar en Natalie. Habían disfrutado de una magnífica velada juntos, y tenían la impresión de que le había caído en gracia. Seguramente no pensaría lo mismo si lo viera en ese momento, pensó, desprendiéndose de los guantes de piel antes de salir del vehículo. ¿Retrocedería al tacto de aquellas manos en apariencia tan limpias?
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