Misery de Stephen King
No quería pensar en ello porque bastante tenía con vivirlo en carne propia. No quería pensar en ello porque cuando lo hacía se interponían imágenes desagradables: ella con cara de catatónica, ella evocadora de ídolos y piedras, y encima el cubo de fregar amarillo aproximándose a él cual luna estrellándose contra la tierra. Pensar en esas cosas concretas no cambiaría su situación, de hecho era peor que no pensar nada, pero una vez que se concentraba en Annie Wilkes y en lo que pintaba él en su casa, esos eran los pensamientos que le venían a la cabeza y ahuyentaban a todos los demás.
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