Dolores Claiborne de Stephen King
Se detuvo el tiempo necesario para beber un trago de té de la taza que tenía a su lado. Más adelante llegaría una época en la que sería capaz de echarse el té por las orejas y beberse el champú, pero en el otoño de 1962 todavía era más fina que el filo de la navaja de afeitar de mi padre.
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