Hermanos de sangre de Stephen E. Ambrose
«El recuerdo de aquellos hombres famélicos, aturdidos —escribió Winters—, que bajaban los ojos y la cabeza cuando les mirábamos a través de la valla metálica, del mismo modo en que se arrastra un perro apaleado, deja sensaciones que no pueden describirse y que jamás podrán olvidarse. El impacto que me produjo ver a toda aquella gente detrás de aquella valla hizo que me dijera a mí mismo: "¡Ahora sé por qué estoy aquí!"»
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