Los ojos del hermano eterno de Stefan Zweig
Sólo hay un derecho que emana de dios y este derecho no es otro que la vida, que él concedió a todo el mundo con el aliento de su boca. Me exhortas al bien, a mí que estaba ofuscado y quería librarme de la culpa: llevo años arrebatando la vida a otros. Pero ahora lo veo todo claro y sé que un hombre justo no puede convertir a otro hombre en un animal de carga. Quiero dar la libertad a todo el mundo para poder vivir sobre la faz de la Tierra sin culpa ante nadie.
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