Memorias de una salvaje de Srta. Bebi
Allí, durante los amaneceres cerrados de aquel club clandestino, se entendieron muchas cosas. Se entendió que las mujeres solo tienen que saber que lo que les ocurre no les ocurre solo a ellas para saber que no están solas; que todas son una. Se entendió que el baile de la vida no tiene coreografías, que constituye una lucha a muerte por la libertad. El baile de la vida conlleva plantarse en medio de la pista con los ojos cerrados y los futuros bien abiertos, reivindicándose libre. Libre de movimiento, de corazón y de camino. Es bailar aleatoria y peligrosamente, mirando a los ojos a quien quería que bailaras obligada solo para su disfrute. El baile de la vida no tiene pasos, pero sí acompañantes. Acompañantes que se suben contigo al escenario, haciendo lo que sienten y no lo que deben. Y te miran y te sonríen valientes. Y que te hacen celebrar la felicidad. Incluso en medio de la tristeza. |