Solo un secreto de Simona Ahrnstedt
—Me siento diferente aquí. Y tus amigos seguramente son buenas personas, pero ¿no te das cuenta de cómo me miran? He servido en fiestas en las que ellos estaban como invitados, ¿sabes? Y ahora no me reconocen. La verdad es que quisiera volver a casa. La desesperación lo embargó. Y la vergüenza al ver la inseguridad de ella. Era como si él la hubiera expuesto a aquello. Quería ofrecerle un buen día pero había fracasado. Gina tenía razón, era un idiota. —Lo siento —(…)—. No me di cuenta de que podía pasar esto. Perdóname, Gina. Se pasó la manos por el pelo y sintió que las lágrimas le quemaban la garganta. Todo lo que hacía le salía mal. Debería haberlo sabido. Tendría que haberla protegido, haberse puesto en su lugar. |