Una heredera con muy malas pulgas de Silvia García Ruiz
Mientras miraba su rostro, tuve que retener mi imprudente cuerpo, que sólo quería abrazarla con fuerza contra mi pecho y asegurarle que nadie más la haría sufrir. Pero yo no era un hombre adecuado para ella, por lo que me quedé de pie como un idiota mirando sus lágrimas y apretando enérgicamente los puños para no ceder a la tentación"
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