El chico y el perro de Seishu Hase
El niño seguía sin hablar, pero sonreía. Sonreía muy a menudo. Esa sonrisa siempre iba dirigida a Tamon. Y el perro se la devolvía. Desde su llegada había más claridad en aquella vieja casa que siempre había tenido un ambiente oscuro. Como si, de la noche a la mañana, hubiese ganado luminosidad. En el corazón de esa claridad estaban Hikaru y Tamon.
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