La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
A lo largo de las décadas, Chimen se había vuelto tan adicto a la letra impresa, a la textura de sus libros, al tacto de los viejos manuscritos y al material contenido en su correspondencia escrita, que terminó rodeándose de paredes de palabras. Le proporcionaban protección contra la locura del mundo exterior, o, como mínimo, un mapa de carreteras para recorrer el caos. Pág. 23 |