La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
Terminó rodeándose de paredes de palabras. Le proporcionaba protección contra la locura del mundo exterior, o, como mínimo, un mapa de carreteras para recorrer el caos.
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La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
Terminó rodeándose de paredes de palabras. Le proporcionaba protección contra la locura del mundo exterior, o, como mínimo, un mapa de carreteras para recorrer el caos.
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La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
«¿Quién tiene derecho a escribir sus recuerdos?», preguntaba a sus lectores el escritor exiliado. Y respondía: «Todo el mundo. Porque nadie está obligado a leerlos. Para escribir los propios recuerdos no es necesario en absoluto un gran hombre, ni un famoso criminal, ni un célebre artista ni un hombre de estado; es suficiente con ser simplemente un ser humano, tener algo que contar, y no sólo desear contarlo sino tener al menos un poco de habilidad para ello». Pág. 20 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
No hay sonido en la tierra como el de un hombre callado, un hombre digno, que se rompe en un dolor primario. Nada es comparable: ni unas uñas arañando una pizarra, ni el rechinar de un torno dental atravesando el esmalte- Nada. Es el aullido del terror absoluto, un incisivo agujero negro de ruido que lo absorbe todo. Te arrastra al abismo: inusitado, insólito, no admite discrepancia. Esto, dice el sonido, es eterno. Pág. 13 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
A lo largo de las décadas, Chimen se había vuelto tan adicto a la letra impresa, a la textura de sus libros, al tacto de los viejos manuscritos y al material contenido en su correspondencia escrita, que terminó rodeándose de paredes de palabras. Le proporcionaban protección contra la locura del mundo exterior, o, como mínimo, un mapa de carreteras para recorrer el caos. Pág. 23 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
Eran personas que sentían el peso de la historia –los pogromos de la generación de sus padres, el Holocausto de su propia juventud- y que no creían que la historia les permitiera elegir su más profunda identidad. Eran judíos hasta la médula: no revolucionarios que eran judíos, sino judíos que habían elegido ser revolucionarios. Pág. 229 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
«Fuese lo que fuese lo que llevó a San Jerónimo a llamar mansiones a los viajes de los israelitas a través del desierto», escribió el poeta metafísico inglés John Done en su sobrecogedor sermón Duelo de la muerte, escrito poco antes de su fallecimiento en 1631, «la palabra (…) no significa sino un viaje, una peregrinación.» Pág. 22 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
Pero ahora, nonagenario, por el cuerpo devastado por el párkinson. Habiendo perdido audición, incapaz de salir de casa para ir a pasear como tanto le gustaba, se había convertido en un prisionero; su mente estaba atrapada en un cuerpo defectuoso, y ese cuerpo estaba enclaustrado en su casa de los libros. Pág. 14 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
Si el mundo creado por Dios ha de existir siempre, y sus estructuras están determinadas no por las acciones y elecciones del hombre, sino por un Dios cuyos motivos no se pueden desentrañar, ¿qué espacio queda para la moral, para el libre albedrío, para los conceptos del bien y del mal? Pág. 185 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
El hombre que se había rodeado de decenas de miles de maravillosos libros raros, comprados a lo largo de la mayor parte de un siglo, había desaparecido. Todo lo que hizo que él fuera él había quedado por la cerosa e impersonal quietud de la muerte. Pág. 14 |
La Casa De Los Veinte Mil Libros. de Sasha Abramsky
En nombre de la ideología, Chimen y Mimi habían jubilado a su Dios; pero durante el resto de sus vidas, Él siguió allí en segundo plano, tentándolos a que lo resucitaran en los ritos y costumbres de la existencia diaria. Pág. 156 |
Gregorio Samsa es un ...