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El segundo asesino de Sarah Pinborough
El fuego ardía con el calor que esperaría encontrar en el mismísimo infierno, pero la imagen de las llamas era reconfortante, y me hipnotizaban mientras destruían los restos de la obra depravada del Upir. Al verlos arder, empecé a sentirme más limpio. En pocos días, sacarían el cuerpo de Harrington del río, y Juliana le lloraría, pero era joven. Se recuperaría. Todos lo haríamos, incluso yo.
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