Una corte de rosas y espinas de Sarah J. Maas
—¿Alguna vez dejas de ser tan seria y aburrida? —¿Alguna vez dejáis de ser tan imbécil? —le ladré. Que me mataran..., en serio, merecía que me mataran por haberle dicho eso. Pero Lucien me sonrió. —Eso está mucho mejor. Alis no se equivocaba. |