Casa de tierra y sangre de Sarah J. Maas
En sus nudillos bailaban relámpagos. Una muestra débil del poder que Isaiah lo había visto descargar sobre sus enemigos: relámpagos, capaces de derribar un edificio. Ya fuera ángel ordinario o arcángel, el poder siempre era una variación de lo mismo: lluvia, tormentas, el tornado ocasional… El propio Isaiah podía invocar un viento capaz de mantener a raya un enemigo al ataque, pero ninguno en la historia reciente tenía la habilidad de Hunt para controlar los relámpagos a voluntad. Ni la intensidad de poder suficiente para convertirlos en algo verdaderamente destructivo. Había sido la salvación y la destrucción de Hunt. |