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La edad dorada de Sara Donati
La joven se puso los guantes muy despacio y se unió a la cola para desembarcar, furiosa porque le recordaran que no podía ser ella misma en público. Tenía que ser la persona que veían los blancos: una mulata bien vestida, elegante, reservada. Supondrían que era una institutriz, una ama de llaves, la maestra de alguna escuela para negros, la esposa de un pastor o comerciante. Alguien que supiera leer, pero no el significado de una palabra como estetoscopio, y menos aún para qué servía.
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La edad dorada de Sara Donati
He tratado mujeres que se introdujeron jabón de sosa, acido carbólico, alcohol, ginebra, quinina, lejía... la lista es larga y los resultados suelen ser feos. Las mujeres con algo de dinero emplean medicamentos. La mayoría toman infusiones; otras envenenan con arsénico. Muchas lo intentan tres o cuatro veces, y luego busca ayuda en otra parte. Las más pobres se ocupan de sí mismas. usan pajitas, alambres y cañas, casi cualquier tipo de cuchara o instrumento largo y delgado. Tubos de goma, sondas de metal, ballenas de viejos corsés. Su folleto no aborda ninguna de estas cuestiones, y por lo que he podido ver, no daba instrucciones sobre cómo provocar un aborto.
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La edad dorada de Sara Donati
—No podemos cambiar el pasado, doctora Savard. —Pero podemos hacer algo por el futuro. |
En tierras lejanas de Sara Donati
No se sorprendió porque la dejaran atrás; era lo que correspondía a las mujeres. Entonces recordó que no estaba en Inglaterra y que pedir y hacer cosas que allí se considerarían impropias.
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La edad dorada de Sara Donati
—Ahí está. Esa es la parte más difícil: tener la fuerza necesaria para aceptar el dolor, hacerle frente y dejar que disminuya con el tiempo, que lo hará.
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La edad dorada de Sara Donati
Muchas mujeres se retiran al recibir un halago, pero Anna se extasiaba cuando le enseñaba una nueva perspectiva de las cosas. La sonrisa que se pintó en su cara le indicó que aquel era uno de esos momentos.
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La edad dorada de Sara Donati
No busques problemas, ellos te encontrarán solos sin haberlos llamado.
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En tierras lejanas de Sara Donati
—Creo que usted podría dirigir una revolución, Curiosity. —Lo mismo que la mayoría de las mujeres —. Después de todo, una revolución no es más que una limpieza de primavera que dura un poco más. |
En tierras lejanas de Sara Donati
—Todas las mujeres se parecen cuando tenebroso por sus hijos —se limitó a responder—. Sean kahnyen'kehaka u o'seronni, cuando una madre se levanta para defender lo suyo es como la hermana osa.
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En tierras lejanas de Sara Donati
Los milagros son un lujo que no nos podemos permitir —se dijo tristemente—. Solo puedes confiar en tus fuerzas.
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En tierras lejanas de Sara Donati
—¿De verdad sabes dónde estamos? —pregunto repentinamente preocupada. —Claro que sí. —Magnífico. ¿Nunca te has perdido? —No. No puedo decir que me haya perdido, aunque a veces he estado desorientado durante días. |
En tierras lejanas de Sara Donati
Aquello no pertenecía a nadie y no sería de nadie; las montañas y los lagos verdes y azules; los bosques interminables y sin edad. enseguida se puso a pensar que era una absurda vanidad y un engaño creer que el mundo podía ser poseído, reclamado como propio, simplemente por ponerle un nombre. Se sintió humilde, infantil.
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En tierras lejanas de Sara Donati
Siempre es como una venta de caballos cuándo hay que tratar con los hombres. Blancos, negros o rojos. Y no creo que los amarillos sean muy diferentes. Todos están hechos por el mismo Dios
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En tierras lejanas de Sara Donati
Antes de dejar Inglaterra, Elizabeth no había pensado demasiado en los nativos; como hacía mucho tiempo que permanecían tranquilos, la gente pensaba que habían dejado de ser una amenaza, que se habían convertido al cristianismo y habían adoptado una nueva forma de vida. Elizabeth se dio cuenta de que no sabía nada de ellos, cómo y dónde vivían en aquel momento y antes de que el continente fuera conquistado por los europeos.
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Gregorio Samsa es un ...