En tierras lejanas de Sara Donati
Aquello no pertenecía a nadie y no sería de nadie; las montañas y los lagos verdes y azules; los bosques interminables y sin edad. enseguida se puso a pensar que era una absurda vanidad y un engaño creer que el mundo podía ser poseído, reclamado como propio, simplemente por ponerle un nombre. Se sintió humilde, infantil.
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