CHARADA de Sandra Brown
—Recuerdo unas Navidades —dijo Cat, después de pensarlo—. Yo tenía trece años y ya sabía cómo funcionaba el sistema. No debía confiar en él. Pero había otra niña acogida en la casa, de unos siete años. Y, además, el matrimonio que nos cuidaba tenía una hija de la misma edad. »Las dos querían una Barbie como regalo de Navidad, y no hablaban de otra cosa. Para ganarse los favores de Papá Noel hacían sus tareas, se acostaban temprano y comían la verdura que les ponían delante. El día de Navidad, la hija del matrimonio abrió su caja marca Mattel y apareció la muñeca rubia, con un vestido de fiesta color rosa y tacones altos. »La niña de acogida tuvo que conformarse con una copia de Barbie muy inferior a la original. Para ella, esto significaba que ni siquiera Papá Noel la consideraba lo bastante buena para tener una Barbie de verdad. »Yo pensé: ¿Alguien puede hacer tanto daño a un niño? ¿Contaban más dos o tres dólares de diferencia de precio entre dos muñecas que la felicidad del niño? »No estoy en situación de juzgar a nadie, ya que no soy madre. Me imagino que es un trabajo duro, pero no es tan difícil entender qué penosa imagen de Papá Noel debió de tener esa niña. |