Las hijas del agua de Sandra Barneda
El viejo orden no concebía que las mujeres llamaran a la puerta de la sociedad y quisieran participar dando su opinión en famosos salones literarios de París o Londres. Eran consideradas débiles, demasiado sensibles, sentimentales y poco capacitadas para el pensamiento racional. Las mujeres vivían en sus jaulas de oro y apenas se les permitía salir de ellas, solo podían encargarse de darles brillo y de que fueran las jaulas más bonitas. Muchos vivían empeñados en sostener este disparate.
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