El priorato del naranjo de Samantha Shannon
Nadie que tuviera alma podía hacerle algo así a un ser vivo. Nadie con la mínima vergüenza podía tratar así a un dios. Los dragones habían hecho grandes sacrificios por proteger a los mortales con los que compartían el mundo. Y los mortales sólo sabían mostrar maldad y codicia.
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