Palomitas en el Instituto de Roser A. Ochoa
Ambos seguían parados en medio del pasillo, el uno delante del otro, con el mundo que se movía de manera frenética a su alrededor, gente que entraba, gente que salía, gritos y carreras, pero ellos estaban prisioneros de los ojos del otro, sin alcanzar a ver nada más.
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